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miércoles, 2 de noviembre de 2022

La convivencia en pareja, un arte complejo

En contactos y encuentros estamos convencidos de que mucha gente se hace con cierta frecuencia la siguiente pregunta: ¿por qué es un asunto tan difícil y a la vez tan importante la convivencia en pareja?

Pareja conviviendo

La realidad es que todos nuestros argumentos y estilos de vida social vienen a reunirse en el mismo sitio, en la realidad misma de residir y compartir juntos. La convivencia en pareja es, ante todo, compartir, tomar parte en la vida del otro y hacer partícipe a nuestra pareja de nuestra propia vida. La convivencia es una prueba ciertamente compleja en la que sacamos a la luz muchos aspectos específicos de nuestra personalidad.

Ya en pleno siglo XXI, la convivencia en pareja representa una de las mayores dificultades objetivas para el ser humano, que suele estar inmerso en un equilibrio ciertamente inestable. Es en este punto donde se nota con gran claridad que la gran mayoría de nosotros buscamos soluciones y disyuntivas para hacer posible la rutina.

En nuestra opinión, uno de los mayores problemas de la sociedad de nuestros días son las rupturas conyugales. La vida en familia y la vida en pareja en general se ven atravesadas por experiencias que en algunos casos son dramáticas y que dejan nuestra existencia herida, abierta a un gran número de sinsabores y, en algunos casos, destrozada.

Conseguir una buena convivencia no es tarea fácil. Conlleva un esfuerzo muy importante de la voluntad y el tener la capacidad necesaria para poder convivir con otras personas. La familia y la vida en pareja son las primeras fuentes culturales, de ahí su gran importancia, y el papel decisivo que juegan en el modelado y la configuración de la personalidad de cada uno de los integrantes.

Aspectos esenciales de la convivencia en pareja

Para conseguir que la convivencia en pareja sea buena deberemos considerar los siguientes aspectos personales fundamentales:

  • Tener un conocimiento conveniente de uno mismo. Conocernos bien es el principio de todo. Resulta indispensable saber cuáles son nuestras cualidades y nuestras principales características como seres humanos. Esto supone enfrentarse a uno mismo y conseguir resolver el problema que somos como personas. Conociendo nuestras aptitudes y limitaciones, será más sencillo controlar los problemas que de manera ineludible aparecerán durante nuestra convivencia en pareja.
  • Esforzarnos especialmente por limar y rectificar aquellos aspectos de nuestra personalidad que estorban o impiden el trato y la relación diaria. Hay que luchar y conseguir desterrar todos los aspectos negativos y modelar las vertientes menos sanas de nuestro propio comportamiento. Se trata de irnos reformando de una manera suave, ligera y tranquila, pero a la vez firme, continua y sólida. Si mantenemos en nuestra vida estos propósitos, veremos como nuestra convivencia en pareja mejora.

    Se trata de pulir tanto los coloquialmente llamados ”prontos de carácter” (pérdida de control ante situaciones poco importantes, reacciones impulsivas, cambios bruscos y sin motivo de humor, etcétera) como aquellos esquemas demasiado rígidos, intolerantes e inflexibles que en la mayoría de los casos nos llevan a la falta de consideración sistemática frente a opiniones distintas a las de uno.
  • Conocer el ambiente real en que tiene lugar la convivencia en pareja. Es muy importante saber en qué situación concreta se está desarrollando esa relación: su estructura, su diversidad, sus límites. Debemos valorar adecuadamente la realidad, ya que ésta, según decía Aristóteles, es la ordenadora del querer y del obrar.

Para terminar, sólo añadiremos que en la convivencia diaria uno se retrata a sí mismo, por eso resulta muy importante ir poniendo pequeños granitos de arena para facilitarla y hacerla más llevadera. Debemos ser personas de propósitos firmes sin olvidar sonreír a nuestra pareja, siendo conscientes de que ésta, la sonrisa, es uno de los aspectos que más distingue al hombre del animal, después obviamente de la razón.

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